Son miles las personas colaboradoras en la misión escolapia en los distintos lugares del mundo: profesorado, personas de los colegios y obras, catequistas, monitores, voluntarios,… Su aportación es inmensa y, gracias a ella, es posible llevar cada día adelante las distintas obras escolapias.
Son ya unos cuantos cientos, más de 600, los hermanos y hermanas de las Fraternidades escolapias. Comparten el carisma escolapio, su espiritualidad, vida y misión haciendo todo ello palpable en sus encuentros semanales en la pequeña comunidad, en la Eucaristía, en el trabajo desarrollado. Son muy visibles en el mapa escolapio y totalmente necesarios para hacer presente a Calasanz en nuestro mundo.
Hay también un todavía reducido número de personas que, además de pertenecer a la Fraternidad, han dado el paso a una vinculación también jurídica con la Orden: son los escolapios laicos.
Sin embargo, hay un espacio que denominamos «misión compartida» y que, a pesar de su importancia, no es tan fácilmente definible. Muchas personas cercanas a las Escuelas Pías quieren dar más pasos que la colaboración de cada día, ofrecen su dedicación y disponibilidad y reclaman una mayor implicación escolapia sin llegar a la Fraternidad, pues comparten su fe en otras comunidades o espacios eclesiales.
Hoy es todo un reto dar carta de ciudadanía a esta modalidad de participación en las Escuelas Pías: los equipos de misión compartida. Hay ya unas cuantas experiencias y hay, sobre todo, mucho camino que recorrer.
El reciente documento del Secretario General para la integración carismática y la misión compartida nos habla de esta modalidad y nos invita a compartir las experiencias existentes y, sobre todo, a dar pasos para constituir estos equipos de misión compartida donde sea posible. ¡Todo un reto!