La historia nos recuerda que José de Calasanz, pudo vivir en Sevilla para ejercer de canónigo en su Catedral. No fue así porque no le apeteciera, sino porque había descubierto otros amores que le habían robado el corazón: “Encontré la manera de servir a Dios, haciendo el bien a los pequeños. No la dejaré, por cosa alguna del mundo”, respondió al Secretario del Embajador de España en el Vaticano cuando le comunicó la concesión de la canonjía hispalense.
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